martes, julio 12, 2005

La caricatura de moda


Memín Pinguín y el racismo como negocio pingüe
Francisco Javier Chaín Revuelta

La popularidad alcanzada por la historieta Memín Pinguín provoca anotar al menos dos asuntos. El primero es que la exagerada caricatura está sirviendo para rescatar el uso de las diéresis. Muchos regresarán a escribir “güero” en vez de “guero” y también escribirán “pingüino” en lugar de “pinguino” Así Memín es Pinguín sin diéresis y no “Pingüin” como pronuncian muchos. Es decir la caricatura es de un “pingo” y no de un “pingüe” EL segundo asunto (ocupará el resto de la nota y nada habrá de la habilidad de la señora Dulché para hacer billetes con cursilería) es que nos queda claro que todos los hombres son Homo sapiens cualquiera que sean sus diferentes apariencias. Las diferencias entre negros y blancos es aproximadamente la misma que entre caballos de diferente pelaje. Sin embargo desde el inicio de la civilización el hombre ha manifestado recelo ante las diferencias raciales, y usualmente las restantes razas humanas le han hecho exteriorizar las emociones que despierta lo exótico, recorriendo toda la gama desde la curiosidad hasta el desprecio o el odio. Pero el racismo ha tenido raras veces repercusiones tan trágicas y persistentes como el conflicto moderno entre blancos y negros, del cual la actual protesta por los timbres representa apenas un reflejo.

Debemos recordar que suele darse a los hombres blancos el calificativo de “Caucásicos” término implantado por en 1775 por el antropólogo alemán Johann Friedrich Blumenbach, quien tenía la errónea noción de que en el Cáucaso se hallaban los representantes más perfectos del grupo. Blumenbach clasificó también a los negros como “etiópicos” y a los asiáticos orientales como “mogólicos” denominaciones aún usadas. Aquí también otros equivocados usan la de “indios” para los mexicanos.

El conflicto entre blanco y negro, entre caucásico y etiópico por así decirlo, tuvo su peor fase en el siglo XV, cuando las expediciones portuguesas a lo largo de las costas occidental africana iniciaron un pingüe (ahora sí con diéresis, para que suene como “w”) negocio con el transporte de negros para la esclavitud. Cuando prosperó este negocio y las naciones fundaron sus economías en el trabajo de los esclavos, se formularon racionalizaciones para justificar la esclavitud de los negros, invocando las Sagradas Escrituras, la moralidad social e incluso la ciencia.

Según la interpretación de la Biblia por los esclavistas –interpretación a la cual sigue dando crédito mucha gente hoy día- los negros eran descendientes de Cam, y, como consecuencia, formaban una tribu inferior marcada por la maldición de Noé: “...siervo de los siervos de sus hermanos será” (Génesis 9:25) A decir verdad, se pronunció esta maldición contra el hijo de Cam, Canán, y sus descendientes los “cananitas” quienes fueron reducidos a la esclavitud por los israelitas cuando éstos conquistaron la tierra de Canán. Sin duda, las palabras en el Génesis 9:25 representan un comentario “a posteriori” concebido por algún escritor hebreo de la Biblia para justificar la esclavitud de los cananitas. Sea como fuere, el punto crucial de la cuestión es que se hace referencia exclusivamente a los cananitas, y por cierto los cananitas eran hombres blancos. Aquello fue una tergiversación interpretativa de la Biblia que aprovecharon los esclavistas con efectos contundentes en siglos pretéritos para abogar por la esclavitud del negro. fjchain@hotmail.com