La unión hace la fuerza
La unión hace la fuerza
Francisco Javier Chaín Revuelta
Es clásica aquella clase objetiva de las escuelas primarias dónde el maestro entregaba a cada uno de los niños y a cada una de las niñas del salón, un trozo de mecate delgado de 50 centímetros (cm) de longitud, para luego pedirles que sujetando firmemente cada extremo con cada una de sus manos lo tensaran hasta romperlo; cosa que cada uno de los alumnos y cada una de las alumnas lograba hacerlo, es decir, rompía el trozo de mecate en dos partes. Acto seguido el profesor sacaba un conjunto de 30 mecates de igual tamaño (de 50 cm de longitud cada uno) y todos juntos atados con otro mecate. Este atado lo pasaba para que intentaran romperlo; por supuesto nadie lo lograba. La frase con que el maestro completaba la clase antes de salir al recreo era ¡La unión hace la fuerza!
Lo anterior viene a recreo, o si quiere usted a cuento, porque esa enseñanza no tiene nada de extraordinario y mucho de común; así vemos que no vivimos aislados sino juntos, que muchas especies animales viven en manadas, que para hacer trabajos especializados las células se agrupan de especial manera, y que ejemplos en este tenor son casi infinitos. En las organizaciones sociales, que con buen tino copian a la naturaleza, pronto conocieron y se apropiaron de la fuerza de la unión para triunfar en las guerras, que además de la calidad y potencia de las armas empleadas, debían contar con la sincronía de diversos batallones y grupos especializados, es decir, el trabajo en conjunto y en comunión.
Cuando la revolución industrial dio arranque a la devastación capitalista, acabo con la vida de millones de seres humanos, que fueron los primeros obreros, individuales y desprotegidos que fueron esclavizados, exprimidos y muertos en las primeras fábricas. Si le gustan las historias de terror, nada mejor que la historia de las primeras factorías inglesas. Las cosas empezaron a cambiar hasta que los obreros empezaron a agruparse al igual que empezaron a agruparse los propietarios de las industrias. Las sociedades mutualistas de Río Blanco, Nogales, Mendoza y Orizaba a fines del porfiriato dieron origen a fuertes sindicatos, a grandes uniones, que trajeron riqueza y desarrollo económico a la región, y cuyos miembros pudieron llevar una vida menos embrutecedora que cuando se contrataban de individual manera. Que había que pagar una cuota cara por la unión y mantener una vida de príncipes para los líderes, eso es cierto, pero aun así el costo es muchísimo menor que actuar al descubierto y ser presa fácil de los capitalistas. ¿Acaso no mantenemos como príncipes a nuestros presidentes y líderes políticos, acaso no pagamos altos impuestos al Estado para poder vivir protegidos en nuestra vida cotidiana y contar con servicios comunitarios? Los partidos políticos más que partidos son “unidos” por una ideología común. Los capitalistas reconocen esto y se agrupan, para su defensa, en canacos, canacopes, canacintras, coparmexes, asociaciones de industriales, de banqueros, de taxistas, de esto y de aquello. Unidos por actividad es más difícil que los quiebren. Todo esto viene a cuento porque “iluminados” de la federación como Usabiaga, Fox y lacayos locales, quieren (no podrán) desmembrar a nuestros campesinos cañeros para entregar la caña de México a la industria estadounidense de la fructuosa y a las transnacionales refresqueras. Su lamentable papel es mentir a los productores al decir que conviene más negociar un contrato individual que un contrato colectivo. Nadie se chupa el dedo todos sabemos que la unión hace la fuerza y se resiste mejor a los vende patrias. fjchain@hotmail.com
Francisco Javier Chaín Revuelta
Es clásica aquella clase objetiva de las escuelas primarias dónde el maestro entregaba a cada uno de los niños y a cada una de las niñas del salón, un trozo de mecate delgado de 50 centímetros (cm) de longitud, para luego pedirles que sujetando firmemente cada extremo con cada una de sus manos lo tensaran hasta romperlo; cosa que cada uno de los alumnos y cada una de las alumnas lograba hacerlo, es decir, rompía el trozo de mecate en dos partes. Acto seguido el profesor sacaba un conjunto de 30 mecates de igual tamaño (de 50 cm de longitud cada uno) y todos juntos atados con otro mecate. Este atado lo pasaba para que intentaran romperlo; por supuesto nadie lo lograba. La frase con que el maestro completaba la clase antes de salir al recreo era ¡La unión hace la fuerza!
Lo anterior viene a recreo, o si quiere usted a cuento, porque esa enseñanza no tiene nada de extraordinario y mucho de común; así vemos que no vivimos aislados sino juntos, que muchas especies animales viven en manadas, que para hacer trabajos especializados las células se agrupan de especial manera, y que ejemplos en este tenor son casi infinitos. En las organizaciones sociales, que con buen tino copian a la naturaleza, pronto conocieron y se apropiaron de la fuerza de la unión para triunfar en las guerras, que además de la calidad y potencia de las armas empleadas, debían contar con la sincronía de diversos batallones y grupos especializados, es decir, el trabajo en conjunto y en comunión.
Cuando la revolución industrial dio arranque a la devastación capitalista, acabo con la vida de millones de seres humanos, que fueron los primeros obreros, individuales y desprotegidos que fueron esclavizados, exprimidos y muertos en las primeras fábricas. Si le gustan las historias de terror, nada mejor que la historia de las primeras factorías inglesas. Las cosas empezaron a cambiar hasta que los obreros empezaron a agruparse al igual que empezaron a agruparse los propietarios de las industrias. Las sociedades mutualistas de Río Blanco, Nogales, Mendoza y Orizaba a fines del porfiriato dieron origen a fuertes sindicatos, a grandes uniones, que trajeron riqueza y desarrollo económico a la región, y cuyos miembros pudieron llevar una vida menos embrutecedora que cuando se contrataban de individual manera. Que había que pagar una cuota cara por la unión y mantener una vida de príncipes para los líderes, eso es cierto, pero aun así el costo es muchísimo menor que actuar al descubierto y ser presa fácil de los capitalistas. ¿Acaso no mantenemos como príncipes a nuestros presidentes y líderes políticos, acaso no pagamos altos impuestos al Estado para poder vivir protegidos en nuestra vida cotidiana y contar con servicios comunitarios? Los partidos políticos más que partidos son “unidos” por una ideología común. Los capitalistas reconocen esto y se agrupan, para su defensa, en canacos, canacopes, canacintras, coparmexes, asociaciones de industriales, de banqueros, de taxistas, de esto y de aquello. Unidos por actividad es más difícil que los quiebren. Todo esto viene a cuento porque “iluminados” de la federación como Usabiaga, Fox y lacayos locales, quieren (no podrán) desmembrar a nuestros campesinos cañeros para entregar la caña de México a la industria estadounidense de la fructuosa y a las transnacionales refresqueras. Su lamentable papel es mentir a los productores al decir que conviene más negociar un contrato individual que un contrato colectivo. Nadie se chupa el dedo todos sabemos que la unión hace la fuerza y se resiste mejor a los vende patrias. fjchain@hotmail.com
1 Comments:
hola buenos dias, somos la familia JORGE GUEVARA de la ciudad de Orizaba Ver., estuvimos el dia 20 de Octubre de este año, a las 12 horas en la iglesia de San Juan de Cuitlahuac Ver., dia que fue recibido por la comunidad libanesa SAN CHARBEL, pero se quedo de que iba a ver otra celebracion, por lo que preguntamos cuando y a que horas se celebrara dicho rito maronita
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